16.7.07

Lo primero

Que raro (e incómodo) es sentirse "la nueva" de un lugar. Lo había olvidado. La verdad es que mi espalda me decía lo nerviosa que estaba pero mi sonrisa lo trataba de ocultar. Primero, una chinita se sentó junto a mí y me intentó decir un par de cosas, pero la verdad es que no le entendí nada. Entre que hablaba muy bajito y yo tenía la mente demasiado ocupada acoplándose al acento australiano no logramos una buena comunicación. Gracias al bendito Universo que hace a algunas personas menos penosas que otras, en el break que tuvimos se me acercó un francés para preguntar de dónde era. Su nombre es Thibault (Tibo) y yo viviré eternamente agradecida con él por haberse apiadado de mi cara de perrito abandonado que seguramente tenía. Las personas con las que estaba también eran francesas, pero amablemente hablaban en inglés para que les entendiera (en ese momento omití el hecho de que sé un poco de francés por encontrar divertido el que pudiera entender lo que en algún momento dijeran, pero la verdad es que eso me duró pocos minutos porque he pasado por circunstancias en las que hubiera agradecido mucho que alguien me dijera que entienden lo que digo...creo que sólo yo me entendí así que después explicaré por qué lo digo). Para mi sorpresa, entre los aproximadamente cincuenta que éramos, diez eran franceses, unos muchos asiáticos, otros tanto hindúes y yo. No hay nadie más que hable español, cosa que no está tan chida porque eventualmente extrañaré decir culero jodido pero bueno. Cuando terminó la inducción, Thibault, Pierre, Aurelié, Carina (alemana) y yo decidimos ir a comer. Sólo por mostrarme amigable no les dije que su idea de comer en McDonald's me pareció de las peores, así que pedí algo que tenía pollo y comí con ellos. La verdad es que fue muy raro porque aunque estoy segura de que todos estábamos sientiendo el peso de ese silencio incómodo, nadie sabía bien qué decir y entones nos enfocamos en la comida que teníamos enfrente. Para cuando ya no había nada, temas sencillos ocuparon la mesa y entonces ya no sentía esa imperiosa necesidad de preguntarle algo a alguien o hacer que mis respuestas duraran lo más que pudiera. Me despedí, estuve paseando un poco por las calles para ver qué sorpresas tenían para mí y me fui a casa. Cuando Ian llegó me sentí muy contenta de tener a alguien a quién platicarle tooodo lo que me había pasado, y tuve una sensación de infante platicando de su primer día de clases maravillosa, la misma que me hizo caer exhausta en la cama y dormir sin interrupción alguna, a pesar del frío que hace por las noches. Tan sólo si tuviera a quién abrazar...

1 comentario:

un soñador cualquiera dijo...

jajaja "culero jodido"!!!
jajaja
(sueloderisa)
pero si habíamos quedado en que les ibas a enseñar a todos la famosa frase!!

ya te extraño horrores...