Hace dos años, un primo estuvo de vacaciones en la ciudad y una noche fuimos a cenar a Hard Rock Café. Recuerdo que la banda de esa noche tocó un tributo a The Beatles y yo me sentí super ignorante porque no me sabía casi ninguna canción. Mi repertorio de ese entonces había sido construido gracias a las clases de música en mi primaria, y era por eso que yo sólo podía cantar Yesterday, All you need is love, Let it be y Ob-La-Di, Ob-La-Da. Pero con el tiempo vino mi reforma musical, y hoy puedo decir que The Beatles es uno de los grupos que más disfruto escuchar. En sus letras siempre hay frases que describen perfectamente la ocasión, frases que hablan por nosotros; y el estilo de su música es tan especial que es casi imposible no quererlos escuchar.
Por eso, cuando supe que The Royal Philharmonic Orchestra interpretaría su música no dudé en ir al concierto. Como acompañante, de entrada, pensé en él; pero por pena y otros tantos (y tontos) sentimientos preferí hablarle del evento a mi hermana, a quien convencí de ir conmigo.
Ahora ya estoy de regreso y creo que está de más hablar de las maravillas de la orquesta. Asistir a un evento en donde se tenga a tantos músicos en un sólo escenario siempre me ha parecido una de esas cosas que la gente debería de hacer por lo menos una vez en su vida; pero cuando se logra que la música sea de The Beatles, uno puede agregarle tres centécimas a la calificación que evalúa que tan bien se aprovechó la vida que le fue otorgada.
Sólo hubo una cosa que me molestó mucho, y por la cual no puedo hablar de un concierto perfecto: la gente que aplaude. La gente que no sabe disfrutar esas últimas notas, ese cierre en el cual se pone en juego toda la canción. La gente que piensa que si aplaude antes de que acabe la canción significa que le gustó mucho más que aquél que aplaude cuando todo ha terminado. No es así!! Para eso existe la despedida, cuando uno se pone de pie y aplaude por una hora entera si así lo desea. Cuál es la necesidad de interrumpir un trabajo que requiere de tanta coordinación y entrega? Una vez más, creo que es uno de esos efectos de la prisa existencial que experimentan muchos seres humanos, especialmente si viven en una de la ciudades más grandes del mundo.
6.10.08
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