Mi avión salió una hora más tarde de lo programado. De fondo se escuchaba una canción melancólica. De hecho, tan melancólica que parecía parodia de alguna película donde alguien sale corriendo del avión para abrazar al amor de su vida. Tan melancólica que no pude llorar pero sí reír. Me fui de la ciudad con una gran sonrisa. En Los Ángeles aterricé después de un poco más de tres horas de vuelo. Ahí, pasar aduanas y correr para alcanzar el otro avión que salía en hora y media. Largos pasillos empinados hacían imposible el mover mis dos maletas. Una chinita ocupada en todo menos en su trabajo y una de esas mexicanas que no niegan su origen pero te hablan inglés con esa tonadita de mierda redujeron mi tiempo a veinte minutos para poder tomar el avión. Qantas 150. Estando arriba, lloré. Estaba a unas cuantas horas de la ciudad de mis sueños. Fue una larga espera. Y a pesar de contar con mínimo unas cincuenta películas para disfrutar sólo vi dos. Y partes de Finding Nemo. Preferí escuchar música, pensar, escribir. Llorar. Especialmente cuando aterrizó el avión y el piloto dijo "Welcome to Syndey". Ya estaba aquí. En la aduana, el encargado de revisar mis maletas dijo:
- De qué parte de México eres?
- De la ciudad de México.
- Ah, entonces eres chilanga.
- (casi muerta) Sí, cómo sabes esa palabra?
- Porque estuve un tiempo en Oaxaca. Y en Chiapas. Con Marcos y los zapatistas. No traes mole o algo así en tu maleta?
- (ahora sí muerta) No, nada.
- Ah, que mal. Bueno, que tengas una feliz estancia.
- Gracias. Adiós.
En la sala no había ningún letrero que dijera Sara Carmona. Esperé y entonces llegó por mí. Su nombre es Ian y es un inglés viviendo en Syndey desde hace más de veinte años. Mi corazón no dejaba de bailar y mis ojos absorbían cada milímetro de esta nueva ciudad.
Mi primer oso australiano: llegamos al coche y después de meter a la cajuela mis maletas me dirigí al lado derecho del coche para abrir la puerta y subirme. Había un volante. Are you going to drive? Cara roja y risas. No, thanks.
Llegamos al departamento donde vive y dónde yo también lo haré los próximos diez días. Tiene una vista hermosa: un parque, un puente y el mar. Me deja para instalarme e intento no morir de alguno de los males que me acecha. Hambre. Departamento de hombre recién divorciado. No hay ni siquiera leche. Abro las galletas que en el avión decidí guardar para una emergencia gastronómica. Frío. Me baño con agua caliente y con mi mejor sudadera me envuelvo en una cobija junto al calentador. Ya no tiemblo. Cansancio. Me meto a la cama y desaparezco. Despierto en una hora. Sigo aquí, no lo soñé.
Ian viene por mí y vamos a la cuidad. Mientras el trabaja doy una vuelta por esas nuevas calles. Me dirijo a la costa, la quiero ver. Unas calles antes veo la parte de arriba. Me cuesta trabajo no correr. Cuando llego, el tiempo se detiene. Decido que todos mis sentidos interfieran concientemente en este recuerdo.
Vista, the Opera House.
Sabor, un Kit Kat.
Olor, el mejor del mundo, a bebé (con ayuda de unos calcetincitos).
Me descalzo para sentir el pasto en mis pies. Una ligera lluvia y el frío logran una temperatura que disfruto.
Canción, Australia de The Shins.
Ah, I felt like I could just fly, but nothing happened every time I tried.
En la noche, hubo una cena de bienvenida con la novia de Ian, a quien le agradezco infinito lo que hizo por mí sin ni siquiera conocerme. Pláticas sencillas, acerca de qué es lo que más te gusta del país de donde vienes, la familia, el corazón, los sueños...
Estoy feliz. No hay otra palabra.
13.7.07
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1 comentario:
sara se me salen las lagrimas al sentirte tan feliz , se lo magico que esto ha de ser para ti .
disfrutalo al maximo
te amo
mariana
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