7.6.07

Ángeles

Primero, fue Regina. Una amiga de mi mamá y su hija de tres años se quedaron a dormir en la casa anoche. Después de jugar con ella un par de horas decidió que era en mi cama donde quería descansar así que le conté las primeras líneas de un cuento y se durmió. Lo especial fue esto: cada hora o dos desperté, totalmente por instinto, para ver si estaba bien, para arroparla, para acomodarla porque inevitablemente giraba hasta recargar su cabecita en mi estómago. Y era la más feliz. Pero lo fui más cuando, al despertar, me dijo con su vocecita toda ronca que si le podía dar leche. Ahí supe lo mágico que va a ser cuando tenga hijos a quienes darle los buenos días todos los días con una gran sonrisa. Y después ese sentimiento fue más grande porque pasé todo el día con mi pequeño, con Santiago, a quien cada vez quiero más y con quien cada caricia, cada besito, se vuelve algo totalmente especial. Cada sonrisa que me regala me comprueba que las cosas que realmente valen en la vida son gratis. Y creo que no han nada mejor que eso. En verdad, amo a los niños!!

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