Por supuesto que no podía ser tan fácil. Ningún sueño viene en charola de plata. Al menos no de los verdaderos. Al contrario, se te presentan junto con otras tantas circunstancias cuya única función es hacerte dudar, ponerte a prueba para ver si arriesgas todo por conseguirlo.
No hace falta plantearse el conflicto entre ser y devenir para volverse loco al no encontrar la solución correcta al problema, esa que dicta el corazón pero que va de la mano con lo correcto, con el deber. Y es que después de un fin de semana de pensar y pensar lo que quería hacer, hoy me di cuenta que olvidé pensar lo que debía hacer. Y entonces todo se volvió confuso. Encontrar el equilibro entre el alcanzar tus sueños y no afectar a terceros es más difícil de lo que parece. En cualquier momento puedes tomar una decisión que cambie tu papel para ponerte del otro lado, ese en el que las demás personas te desconocen. Ese lado al que jamás creíste pertenecer.
Pero después de todo creo que no es tan malo. Sería peor no haberle sido fiel a mis sueños. Al fin y al cabo todo lo que soy se lo debo a ellos. Y al destino. Ese destino que sabe dónde vamos a acabar mientras nosotros perdemos el tiempo tratando de forzar las cosas.
12.2.07
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