Me desperté porque me llegó un mensaje al celular que leía algo así:
"Por su lealtad, Boletazo y Telcel lo premian con 250.000 sólo llame a este teléfono para comprobar sus datos. Felicidades!"
Todavía entre sueños me pareció una muy buena idea marcar. La llamada me la contestó el señor más intenso con el que he hablado en mi vida, quien sólo recalcaba lo afortunada que era y que si yo soltera y de cuántos años y yo un poco sin entender muy bien de qué se trataba todo le dije que le volvería a llamar. Y es que por mi cabeza pasaba UNA sola cosa: con ese dinero podría regresar a Sydney. Llevaba tan sólo tres días de vuelta y ni pensé en el Wii que según yo tanto quiero, ni en la oportunidad que tendría de rentar un departamento. No me acordé de mi hermana y de cuánto la extraño, el dinero no significó poder ir a visitarla. En mi mente, la ecuación era $250 000 = Sydney. Pero después de hablar con un par de amigos me di cuenta que ni era rica ni futura viajera sino todo lo contrario: universitaria con todavía un año y medio por estudiar en una ciudad donde se cometen fraudes que empiezan con un mensaje de celular. En una ciudad donde no puedes evitar que algún
sitio en construcción demore tu camino. En una ciudad donde el cielo no es tan azul.
Extraño Sydney, creo que me costará mucho adaptarme a la ciudad más grande del mundo.